Evangelios Apócrifos: Evangelio Armenio de la Infancia 1 parte.-

EL EVANGELIO ARMENIO DE LA
INFANCIA

Lo que advino, con motivo de la Santa Virgen María, en la casa de su padre.
Relato de Santiago, hermano del Señor
I 1. En aquel tiempo, un hombre llamado Joaquín salió su casa, llevando consigo sus
rebaños y sus pastores, y fue al desierto, donde fijó su tienda. Y, después de haber
permanecido allí en oración, durante cuarenta días y cuarenta noches, gimiendo,
llorando y no viviendo más que de pan y de agua, se arrodilló, y, en la aflicción de su
alma, rogó a Dios en estos términos: Acuérdate de mí, Señor, según tu misericordia y
tu justicia, y opera en mí una señal de tu benevolencia, como lo hiciste con nuestro
antepasado Abraham, a quien, en los días de su vejez, concediste un vástago de
bendición, hijo de la promesa, Isaac, su descendiente único y prenda de consuelo para
su raza. Y de esta suerte, con lágrimas y alma afligida, pedía piedad a Dios. Y decía:
No me iré de aquí, ni comeré, ni beberé, hasta que el Señor me haya visitado, y haya
tenido compasión de su siervo.
2. Y, cuando se acabaron los cuarenta días de ayuno, advino el ángel del Señor, y,
colocándose ante Joaquín, le dijo: Joaquín, el Señor ha oído tus plegarias, y ha
atendido tus súplicas. He aquí que tu mujer concebirá, y te dará a luz un vástago de
bendición. Y su nombre será grande, y todas las razas lo proclamarán bienaventurado.
Levántate, toma las ofrendas que has prometido, llévalas al templo santo, y cumple tu
voto. Porque yo iré esta noche a prevenir al Gran Sacerdote, para que acepte esas
ofrendas. Y, después de hablar así, el arcángel lo abandonó. Y Joaquín se levantó en
seguida con júbilo, y partió con sus numerosos ganados y con sus ofrendas.
3. Y el ángel del Señor, apareciendo a Eleazar, el Gran Sacerdote, en una visión
semejante, le dijo: He aquí que Joaquín viene hacia ti con ofrendas. Recibe sus dones
religiosamente y conforme a la ley, como conviene. Porque el Señor ha escuchado sus
ruegos, y ha realizado su demanda. Y el Gran Sacerdote se despertó de su sueño, se
levantó, y dio gracias al Altísimo, diciendo: Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque no desdeña a sus servidores que le imploran. Después, el ángel apareció por
segunda vez a Ana, y le dijo: He aquí que tu marido llega. Levántate, ve a buscarlo, y
recíbelo con alegría. Y Ana se levantó, revistió su atavío nupcial, y fue a buscar a su
marido. Y, cuando lo divisó, se prosternó con júbilo ante él, y le echó al cuello los
brazos.
4. Y Joaquín dijo: Salud y feliz noticia, Ana, porque el Señor ha tenido piedad de mí,
me ha atendido, y ha prometido damos un vástago de bendición. Y Ana dijo a Joaquín:
Buena nueva a mi vez te doy, porque también a mí el Señor ha prometido darnos lo
que dices. Y, transportada de gozo, añadió: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que
no ha desdeñado nuestras súplicas, y que no ha apartado de nosotros su misericordia.
Y, al mismo tiempo, Joaquín ordenó que se llamase a sus amigos y vecinos, y les hizo
una recepción grandiosa. Comieron, bebieron, se regocijaron, y, después de haber
rendido gracias al Señor, volvieron cada uno a su casa. Y glorificaron a Dios en alta
voz.
Del nacimiento de la Virgen María, y lo que ocurrió en casa de su padre
II 1. Y Joaquín se levantó muy temprano, llamó a sus pastores, y les dijo: Traedme
diez corderos blancos, y esto será la ofrenda para el templo augusto de mi Dios; y doce
terneros, y esto será para los sacerdotes, los escribas y los ministros, que son los
servidores de la Sinagoga y cien moruecos, y esto será para todo el pueblo de Israel. Y,
cuando Joaquín hubo tomado estas ofrendas, las llevó al templo del Señor, y,
habiéndose prosternado ante los sacerdotes y ante toda la asamblea, les presentó los
dones aportados. Y ellos se regocijaron, y lo felicitaron de que hubiese placido al
Señor aceptar de sus manos tan santas ofrendas. Y la multitud de gentes que se
encontraban allí, estaban admirados, y decían: Alabado sea el Señor Dios de Israel,
que ha realizado los votos de tu corazón. Ve en paz a tu casa, y el Señor será contigo
perpetuamente, y te dará un hijo bendito y un vástago santificado, fruto de las entrañas
de tu esposa.
2. Y Joaquín, después de haberse prosternado ante los sacerdotes, se levantó, entró en
el templo, y, puesto en oración, daba gracias al Señor, y decía: Señor Dios de Israel,
puesto que has escuchado a tu servidor, y lo has tratado con amplia medida de
misericordia, yo te prometo que el hijo que me concedes, sea del sexo masculino o del
femenino, te lo daré, para que esté a tu servicio en este templo, todos los días de su
vida. Y, luego que hubo hablado así, Joaquín se incorporó, y marchó gozosamente a su
casa.
3. Transcurridos tres meses, el hijo se estremecía en el vientre de su madre. Y Ana,
llena de gran júbilo, dijo en un transporte de alegría: Por la vida del Señor, si me es
concedido un hijo de bendición del sexo masculino o femenino, lo doy al templo santo,
por todos los días de su vida. Y Ana cumplió ciento sesenta días de su embarazo, lo
que equivale a seis meses.
4. Y Joaquín partió con presentes, llegó al templo santo, y, ante los sacerdotes, ofreció
los sacrificios que había prometido cumplir íntegramente al comienzo del año. Y, al
levantar las víctimas sobre el altar de los sacrificios, e inmolarlas, los sacerdotes
vieron, mientras la sangre corría, que aquellas víctimas no contenían ninguna mácula,
y, llenos de gozo, dieron gracias al Altísimo.
5. Mas Joaquín, después de haber hecho sus ofrendas ordinarias, tomó un cordero, y,
haciendo primero su oblación, lo sacrificó después sobre el altar. Y todos vieron por
un prodigio inesperado salir de la arteria una especie de leche blanca en lugar de
sangre. Ante tan singular espectáculo, los sacerdotes y todo el pueblo quedaron
atónitos, sorprendidos y maravillados. Porque jamás se había visto un prodigio
semejante al que se verificara en tal sacrificio. Y Eleazar, el Gran Sacerdote, requirió a
Joaquín para que dijese en nombre de qué había presentado en ofrenda y en sacrificio
aquel cordero sobre el altar.
6. Y Joaquín respondió: Las primeras ofrendas las prometí al Señor, como un voto que
debía cumplir. Pero este último cordero lo ofrecí en nombre de mi vástago futuro, y a
él lo reservé. Y el Gran Sacerdote dijo: ¿Sabes lo que implica ese signo que el Señor te
ha mostrado en nombre de tu vástago futuro? La leche que acaba de salir de esa arteria
tiene una significación precisa. Porque lo que nacerá del vientre de su madre, será una
hembra, una virgen impecable y santa. Y esta virgen concebirá sin intervención de
hombre, y nacerá de ella un hijo varón, que llegará a ser un gran monarca y rey de
Israel. Y, al oír estas cosas, todos los que estaban presentes, fueron presa de la mayor
admiración. Joaquín se dirigió en silencio a su casa, y contó a su esposa los prodigios
que habían ocurrido. Y, dando gracias a su Dios, se regocijaron, y dijeron al Altísimo:
Hágase tu voluntad.
7. Y, cuando el embarazo de Ana alcanzó los doscientos diez días, lo que hace siete
meses, súbitamente, a la hora séptima, Ana trajo al mundo a su santa hija, durante el
día 21 del mes (de …), que es el 8 de septiembre. El primer día preguntó a la partera:
¿Qué he traído al mundo? Y la partera contestó: Has traído al mundo una hija
extremadamente bella, graciosa y radiante a la vista, sin tacha ni mancilla alguna. Y
Ana exclamó: Bendito sea el Señor Dios de Israel, que ha escuchado las súplicas de
sus siervos, que nos ha mostrado su amplia misericordia, y que ha hecho por nosotros
grandes cosas, que han inundado de gozo nuestra alma. Ahora mi corazón está
sólidamente establecido en el Señor, y mi esperanza ha sido exaltada en Dios mi
Salvador.
8. Y, cuando la niña tuvo tres días, Ana ordenó a la partera que la lavase, y la llevase a
su dormitorio con respeto. Y, habiéndole la partera presentado a la niña, le dio el
pecho, y la nutría con su leche. Y, en una efusión de ternura, le puso por nombre
María. De día en día la niña crecía y adelantaba, y la madre, en los transportes de su
júbilo, la mecía entre sus brazos. Y así sus padres la alimentaban y la cuidaban. Y,
cuando llegó el tiempo de la purificación, por haber cumplido María cuarenta días, sus
padres la tomaron con respeto, y, aportando numerosas ofrendas, la condujeron al
templo santo, conforme a la regla de su tradición.
9. Y la pequeña María crecía y adelantaba de día en día. Cuando cumplió seis meses,
su madre permitió que intentase andar por sí sola. Y la niña avanzó tres pasos por sí
sola, y volviendo atrás, se echó en brazos de su madre. Y su madre, levantándola en
sus brazos, y haciéndole caricias, exclamó: ¡Oh tú, María, santa madre de las vírgenes,
raíz de hermoso crecimiento, rama de un noble trono, de ti se levantará la aurora, el
astro precursor de la luz, semejante a la luna más que ninguna estrella, luz del día más
brillante que el esplendor del sol, alba del sol del Oriente! Así hablaba Ana, y añadía
otras muchas cosas aún. Y, acariciando a su santa hija, decía: Por la vida del Señor, tus
pies no pisarán el suelo hasta el día en que te llevemos al templo. Y Ana pidió a
Joaquín: Construye a tu hija María un aposento en que habite, hasta el momento en
que sea mayor, y la llevemos al templo santo.
10. Y, pasado algún tiempo, los esposos se dijeron entre sí: Conduzcámosla a la casa
del Señor, para que viva en su presencia, conforme a nuestro voto. Pero Ana advirtió a
Joaquín: Esperemos a que adquiera conciencia de sí misma. Y, en aquellos mismos
días, Ana quedó encinta, y trajo al mundo una niña que llamó Parogithä, diciendo:
María será del Señor, y Parogithü constituirá nuestras delicias (phurgäiä) en lugar de
María.
De la educación de la Virgen María, que tuvo lugar en el templo, durante doce años
III. 1. Y Joaquín dijo a Ana: Se han cumplido los días de la hija que ha nacido en
nuestra casa. Manda que se convoque a todas las hijas de los hebreos, vírgenes
consagradas a Dios para que cada una tome una lámpara en su mano, y conduzcan a la
niña, con santo respeto, al templo del Señor. Y, habiéndola conducido, la colocaron en
la tercera grada del tabernáculo. Y el Señor Dios le concedió gracia y sabiduría. Un
ángel que descendió del cielo, le servía la mesa, y se veía alimentada por los ángeles
del Espíritu Santo. Y, en el tabernáculo, oía incesantemente el lenguaje y el canto de
los ángeles.
2. María tenía tres años, cuando sus padres la llevaron al templo, y en él permaneció
doce. Al cabo de un año, sus padres murieron. María experimentó viva aflicción por la
pérdida de los que le habían dado el ser, y les guardó el duelo oficial de treinta días.
Establecida en el templo, fue allí educada, y se perfeccionó a la manera de las mujeres,
como las demás hijas de los hebreos que con ella se encontraban, hasta que alcanzó la
edad de quince años.
3. En aquel año, murió Eleazar, el Gran Sacerdote. Y los hijos de Israel, siguiendo las
reglas del duelo, lloraron por él treinta días. Y, después de todos estos
acontecimientos, tuvo lugar una asamblea de los sacerdotes, de los ancianos del pueblo
y de otros notables, que resolvieron designar un Gran Sacerdote del templo,
consultando la suerte. Y la suerte recayó sobre Zacarías, hijo de Baraquías. Todos los
sacerdotes lo impusieron, y lo nombraron soberano ministro y Sumo Pontífice del
santo altar. E Isabel, esposa de Zacarías, y Ana, eran parientes, y ambas a dos
infecundas. Y, desde el embarazo de Ana y el nacimiento de María hasta el momento
en que Zacarías comenzó a ejercer sus funciones de Gran Sacerdote, habían
transcurrido catorce años.

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